Necesitamos una medicina menos loca


«Llamémosla Adela» irrumpe en la consulta mientras hago las recetas de larga duración, un cuarto de hora antes de comenzar la consulta.

«Vengo desplazada. Necesito unas recetas y no me dan cita. Y las necesito ahora».

Me planta un informe encima de la mesa. Se trata de una enfermedad neurológica no grave, pero sí muy discapacitante.

«Como podrá ver, necesito toda esta medicación, y para un mes», dice en tono irritado, alzando la voz.

«Está bien, entiendo la situación, pero ahora estoy ocupado. Tengo todas estas recetas por hacer de un montón de gente que las está esperando también fuera, y además tengo el listado de consulta lleno hoy. Se las puedo hacer, pero no ahora, sino cuando tenga un hueco, y luego se las dejo en el mostrador, si a usted le parece bien».

«¡Pero es que las necesito! ¡No ve cómo tiemblo de la enfermedad! ¡No me quedan pastillas y me voy a poner peor!».

«Sí, claro. Dígame: ¿esa enfermedad le hace también gritarme como me está gritando?»

«Sí, por supuesto, ¿es que no sabe qué es la enfermedad que pone la neurológa en el informe?».

No pasa nada. Se las hago. No estoy muy de acuerdo con la pauta del neurólogo, ni con los modales de la paciente, pero las hago.

Sigo con la consulta. 40 citados (demanda clínica y administrativa), y una urgencia a domicilio. A última hora «llamémosla Adela» de nuevo entra en la consulta.

«¡Se ha equivocado usted! No me ha hecho rizotril y me faltan 5 de bootropil».

Reviso la medicación. Efectivamente, lleva razón. Enmiendo el error, no sin antes pelearme con una impresora que se vuelve loca y saca recetas en todos los formatos posibles menos el que le pido.

Miro a los ojos de la paciente. Ya no tengo prisa, la consulta había acabado. Comienzo a escuchar. Me cuenta toda la historia, desde pequeña. Historia repleta de visitas a médicos, de consulta en consulta, de resonancias y tacs, de diagnósticos erráticos, de pautas farmacológicas más erráticas aún, de nuevos casos iguales en la familia, todas en niñas pequeñas, todas de lo mismo, todas cada vez a peor, hasta que consiguen dar con la tecla, a base de pastillazos.

«Y usted no se lo creerá, pero desde que estoy con esta pauta de tratamiento estoy mucho mejor. Puede que usted no crea en lo que me tienen mandado, pero puede usted preguntar a la enfermera, que me conoce desde hace 20 años, cómo era yo antes y cómo estoy ahora.»

Y sigue. «Y puede usted tirar a la papelera este papel -dice rompiendo en varios trozos un documento-. Era una reclamación contra usted. Pero ya no hace falta.»

Mientras miro al reloj y a la puerta, inquieto, llamémosla Adela se despide de mí:

«Bueno, ya me voy, que usted y yo tenemos cosas que hacer. Y no se preocupe, que ya sé que todos los médicos creen que soy una histérica.»

Al llegar a casa, al recordar a «llamémosla Adela», se me viene a la cabeza este magnífico artículo. Sí, es cierto. No hay pacientes difíciles, ni médicos difíciles, ni encuentros difíciles. La medicina entera, tal y como la concebimos ahora, es difícil. Casi imposible. Necesitamos una medicina menos perturbadora. Todos. Pacientes y médicos. Aunque sea sólo para no volvernos locos.

«A smile is always beautiful«, de Joaquin Villaverde.


16 comentarios on “Necesitamos una medicina menos loca”

  1. Juana dice:

    Necesitamos urgentemente calmar esta locura, el problema es que hacer eso, solo se puede hacer de manera individual …. ni tú, ni el profesor, ni el presidente del gobierno puede solucionar esto:
    » …. de nuevos casos iguales en la familia, todas en niñas pequeñas, todas de lo mismo, …. »
    Las familias son un desastre y por eso los individuos son un desastre …. una profesora de mi marido que se llama Norma Mollot, psicóloga y especialista en familias dice que esto es una catastrofe.

  2. Juana dice:

    Me pasé muchas horas en una sala de terapia como para saber que esa frase que has puesto «sabe a turrón» …. es un problema familiar de dimensiones inmensas y que nadie quiere destapar, todo lo contrario, lo ocultan …. no tiene arreglo, salvo que ellos quieran saber. Y prefieren tomar «pastillitas».

    • Enrique Gavilán dice:

      Juana,
      En este caso se trata de un problema hereditario, una enfermedad neurológica y no psico-psiquiátrica, ni un problema social. No quiero añadir más datos porque en un pueblo pequeño todo se sabe, y estoy rallando la confindencialidad.
      El tratamiento farmacológico puede estar o no justificado en este caso, no entro a valorarlo, porque la pista me la dará la paciente, y no la evidencia científica.
      Saludos

  3. Genial. Hermoso relato.
    Y buen ejemplo de temple.

    Necesitamos mucho temple para poder resistir la presión y los golpes. Y poder servir a los demás sin perder filo.

    Un abrazo.

  4. J. dice:

    Ciertamente la necesitamos.
    Tu historia breve y sencilla, ilustra perfectamente la realidad de muchas consultas.
    Un abrazo y enhorabuena por tu blog.

  5. Querido Enrique, ¡qué bien describes a nuestras Adelas de cada día, las Adelas desplazadas, las Adelas inmovilizadas, las Adelas que vagan de cupo en cupo! ¡Qué rabia el tiempo diario perdido en hacer de rueda dentada de la burocracia!, ¡qué rabia atender las pequeñas minucias pseudopatologicas que la sociedad del bienestar y del todogratis y del yotepagoelsueldo…haciéndonos perder el tiempo con agendas interminables, que hay que ver en el día… porque en Primaria ¡NO HAY LISTA DE ESPERA!
    Enhorabuena, has tratado llamemos a una Adela, como se espera de un Médico de Familia.

  6. Vicente Baos dice:

    Enrique, te estás dando un «chute de realidad» auténtico. Desde vuestra consejera hacia abajo, todos los puestos de responsabilidad médicos deberían rotar 1 mes al año por allí. Otro gallo cantaría.

    • Enrique Gavilán dice:

      Rafa Cofiño proponía esto mismo hace un tiempo (no he encontrado el link, lo siento), y me parece imprescindible. Pero a mi un mes me parece poco…
      😉

  7. monica.lalanda dice:

    Salvador y Enrique
    Vuestras entradas (dr casado con su «lo siento») son muy parecidas. La verdad es que ambas te dejan con un gran nudo en la garganta por que desbordan humanidad.
    Es un honor leeros!!!!
    un beso
    Monica

  8. monica.lalanda dice:

    En fin, me acabo de dar cuenta de que el blog de lo sentimos es de Fernando y no de Salvador. No importa, lo de «servir a los demas» merece la pena su mención tambien.

  9. Creo que nadie puede negar una evidencia: estamos desarrollando nuestra meritoria labor (más intensa y extensa que nunca), en solitario y en un medio inadecuado para la deseable comunicación, sosegada y humana. Ahora entiendo el significado del acrónimo reductor que actualmente nos define. Ni médico de cabecera, ni médico general, ni médico de familia, sino MAP: “Médico de Atención Presurosa”.
    Somos los cabezas visibles de un nivel asistencial necesitado de altas dosis de paciencia, colmado de usuarios que se miran al ombligo y que lo quieren todo ya, sin demora ninguna (víctimas al cabo de una sociedad crispada y sumida en el agobio), que exigen y reclaman por la mínima, que nos embotan de manera inefable y nos violentan de un modo incomprensible… hasta hacernos dudar de nuestro honesto proceder.
    Para colmo, amigo Enrique, algunos carecemos de ventana en la consulta para desahogar la mirada, o ensoñarla en una inalcanzable lejanía.

  10. manu dice:

    santa paciencia!

    …este tipo de irrupciones requieren de una paciencia y un autocontrol ejemplares: felicidades, compañero!…estos días tengo en la consulta a un estudiante de sexto que va para cirujano y una de las cosas que más le ha impresionado ha sido eso, el ejercicio de paciencia y de «take it easy» que hacemos a diario con muchas de estas situaciones: «en el hospital no lo hacen así», me dice…

    …no sé cómo se puede vencer la agresividad de las administraciones, que nos dejan «solos ante el peligro», que sobrepasan las más descabelladas teorías de la física con su concepto de la «dilatación del tiempo», o sea, cómo atender a tres cosas a la vez en un espacio de tiempo destinado a una: científicamente es imposible, pero en la práctica se da, se da a diario y tiene un coste, para nosotros, para el paciente, y muchas veces para el sistema (¿cuántas recetas que no tocan, exploraciones que no tocan o derivaciones que no tocan suponen un daño colateral por falta de tiempo y condiciones para dedicarnos a cada cosa en su momento?)…

    …quizá deberíamos reclamar una corresponsabilidad, de la administración y del paciente…mientras tanto, a disfrutar de lo bueno…lo otro, lo menos bueno…en fin, quizás con ese ejemplo de temple y de empatía se acabará convirtiendo en bueno, no?

    un abrazo

    manu

    • Enrique Gavilán dice:

      Manu y Jose Manuel
      A mi lo que más me agobia no es el trabajo, sino la presión del todo y del ya, de todos a la vez. No somos profesionales multitarea. Es más, si caemos en el médico pulpo que mientras firma unas recetas de un paciente está pidiendo un análisis de otro diferente y respondiendo a una consulta telefónica de otro más, corremos un gran riesgo de hacerlo todo mal.
      No sé si hice gala de empatía en este caso o no, pero sólo sé que se resolvió gracias a que pude sentarme a escuchar. Lo cual sólo pude hacerlo con esa señora por que ya había acabado la consulta. Simple y llanamente. De hecho, si al comienzo de la consulta, cuando me abordó la primera vez, hubiera hecho eso, tal vez hubiéramos ahorrado el desencuentro y la intentona de reclamación. Pero, claro, si hubiera hecho eso las personas que sí estaban citadas y estaban esperando a que los atendiera probablemente se hubiesen enfadado (y con razón). ¿Qué hacer, pues? Difícil solución…
      Muchas de las cosas que salen mal se podrían haber evitado escuchando. Aunque sólo sea para entender (no digo disculpar) la perspectiva del otro. Y digo no disculpar porque una cosa no quita la otra. Hay que aprender también a decir que no cuando proceda el no (¿ejemplos de estrategias que podemos usar?: ved este interesante artículo: http://archinte.ama-assn.org/cgi/content/abstract/170/4/381).
      Abrazos fuertes a ambos

  11. Me ha encantado tu relato, sin tapujos, con tus peros del inicio y las «acusaciones» del paciente del final…y sin abrir la boca.

    • Enrique Gavilán dice:

      Jose Mateos,

      Me llegó al alma lo que me dijo la paciente. Todos la han tratado como una histérica toda la vida, desde que era pequeña. Y al final ella misma asume la etiqueta y hasta se jacta de ella, pero no creo que le agrade.

      El problema viene de presuponer que todos la van a seguir tratando igual. La profecía autocumplida. Los roles que se asumen, pero que incomodan como una china en el zapato.

      Le estoy pidiendo a los pacientes de mi cupo paciencia para que logren entenderme y para que yo los pueda lograr entender. Y para ello, es imprescindible también despojarse de los prejuicios (o al menos intentar evitar que nos guíen y cieguen) e intentar ir más allá de las meras apariencias. Así que no puedo caer en el error de hacer con los demás lo que estoy pidiendo no hagan conmigo.

      Todos necesitamos un margen de confianza. Y segundas y terceras oportunidades, por supuesto.

      Un abrazo


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