No Gracias sigue viva


El pasado fin de semana, la plataforma No Gracias, que cumple ahora 3 años desde su fundación, mantuvo una reunión a la que asistí como simpatizante. Fue muy ilusionante ver como hay gente nueva y con ideas frescas con ganas de seguir trabajandode con el fin de conseguir unas relaciones proporcionales, transparentes e independientes no sólo con la industria farmacéutica, sino con todo tipo de instituciones públicas o privadas que mantengan actividades comerciales en este mundo tan cambiante como es el mercado de la salud y la enfermedad.

La reunión dio para mucho. Se instituyó una junta directiva mínima y operativa de tan sólo tres personas, con un amplio grupo de miembros activos trabajando como asesores, buscando cohesión territorial o aportando conocimientos más o menos especializados. Se aprobaron unos estatutos que la hagan constituirse y operar como una asociación con vistas a seguir siendo una plataforma ciudadana (el reto de salir de «lo sanitario» sigue pendiente) horizontal, abierta y transversal, y unas líneas estratégicas que permitan a la organización dirigir sus esfuerzos en cuatro direcciones: actividades dirigidas a los ciudadanos y sociedad civil, a las instituciones, a los profesionales de la salud y estudiantes y propias de la organización.

Pero lo más importante son y serán las personas. No Gracias no está compuesta por puristas, talibanes ni enemigos de la industria: está compuesta por gente normal y corriente, personas como tú, que piensan que la asistencia sanitaria debe mantener un nivel de independencia profesional con respecto a los intereses comerciales. Así que déjate de prejuicios. Por ética. Por decencia profesional. Por transparencia. Por coherencia. Por sentido común. Siéntete de No Gracias. Di No Gracias.


Cobayas humanas de ayer y de siempre


Comentaba el otro día el maestro Juan Gérvas en Granada que los medicamentos para los países ricos se solían probar en los países pobres. Lo cierto es que este hecho constituye en sí una de las grandes injusticias de la ciencia contemporánea, y motivo más que suficiente como para sentir vergüenza, e incluso náuseas.

Tuskegee queda lejos en el tiempo y en la memoria. Por fortuna, al menos -¡ay, muy tarde, demasiado, para algunos!- hubo indenmizaciones y reparación histórica. Pero no sólo los negros de Alabama fueron los utilizados como cobayas humanos. En Guatemala llevan años pidiendo una reparación de los daños. Piensa el señor Obama que sólo con unas bienintencionadas palabras son suficientes (para evitar soltar el dinero), cuando lo que les han robado a muchos enfermos mentales y prisioneros es la misma vida. Hartos de palmaditas en la espalda, han demandado al mismísimo gobierno estadounidense, buscando que la justicia les de lo que los representantes políticos les niegan y reparar lo que los investigadores les robaron.

Pero no se crean ustedes que las miserias y crímenes de la ciencia son cosa del pasado. Ahora quizá los abusos son más sutiles, menos sangrientos, pero igualmente injustos, execrables y con tendencia a cebarse en los más desfavorecidos.

En Estados Unidos, país del cuarto mundo, es práctica común que determinadas clínicas privadas ofrezcan servicios gratuitos o a bajo precio a gente sin recursos para realizar sencillas operaciones quirúrgicas, como quitar juanetes o sacar muelas. ¿Cuál es el truco? Pues bien sencillo: dichas clínicas trabajan como reclutadoras de pacientes para ensayos clínicos de tratamientos para el dolor postquirúrgico. Bajo el reclamo, incluso en prensa escrita y en foros en la red, no sólo de la operación gratis y todos los servicios médicos que ésta incluye, sino de compensación económica adicional, muchas personas de bajo poder adquisitivo ven en ello una manera de acceder a servicios médicos que de otra manera no podrían costearse.

Esclavos de hoy en nombre de la ciencia de siempre.

(Slaves, ex-slaves and the children of slaves in the americican south 1860-1900 (18), por Okinawa Soba)

Entrada dedicada al Maestro Gérvas.


Medicamentos secuestrados


Tráiler del documental ‘El medicament, un dret segrestat’, producido por Farmamundi, en el que se aborda el problema del acceso a los medicamentos esenciales en los países empobrecidos.

El acceso a los medicamentos es un derecho universal. A pesar de ello, un tercio de la población mundial no tiene acceso a medicamentos esenciales debido a la forma en que esta constituido el sistema de investigación y desarrollo, regulación y comercialización de medicamentos. El documental recoge una serie de entrevistas realizadas a importantes personalidades del ámbito de la salud que ponen de manifiesto la corrupción de dicho sistema.

Testimonios recogidos en Sierra Leona dónde el alto precio de los medicamentos ha generado un mercado negro, Suiza (Asamblea OMS 2010), Colombia (caso Kaletra) y España evidencian claramente que el acceso a los medicamentos es actualmente un derecho secuestrado.


Muerte en el hospital


Cuando vi el nombre de José en el listado de pacientes me alegré mucho. Pocos días después de mi última visita lo ingresaron en el hospital, y pensé que ya estaba de alta. Salí a la sala de espera y cité su nombre. Pero cuando vi aparecer a su mujer vestida de negro y con cara compungida me dí cuenta de que estaba equivocado.

Traía un par de bolsas con todos los medicamentos que tomaba y el pastillero que le habíamos cedido para evitar que se liara con tanto fármaco. «Por si a alguien le puede ser útil, ya que a José, el pobre, ya no».

Aquellas flemas manchadas de bilis que le vi el día de mi última visita fueron el presagio de una tormenta de vómitos ensangrentados, me explicó la mujer. Y siguió:

Aquello era imponente, doctor. Después de cortarse la hemorragia estuvo un día de días bien, que a nosotros nos dio esperanzas de que se iba a poder venir a casa, pero luego José fue apagándose poco a poco, hasta que todo era un sufrimiento, hasta respirar. Yo se lo decía a las señoritas, «por favor, pónganle algo para que esté tranquilo», pero ni más que unos pocos calmantes que no le hacían ná, doctor, y venga hacerle análisis, y venga sondas por arriba y por abajo, y oxígeno y más pruebas, pero yo ya les decía que eso no iba a arreglar nada, y mientras tanto él sufriendo, doctor, y yo con él, ¡qué noches más malas! Menos mal que al fin dios lo acogió en su seno, porque aquello no se lo deseo yo a nadie.

(Foto: A portrait of death in modern America, por Niels Olson)


atención primaria, atención humana


Segunda entrega de la serie «Atención Primaria; 12 meses para doce causas», en esta ocasión dedicada a la necesaria mirada hacia la vertiente humana de la práctica cotidiana de los centros de salud.

Por en definitiva, en la atención primaria, como reza en éste anuncio, trabajan personas que cuidan de las personas…


Pharma-wikileaks


Conmovidos como estamos todos por el vuelco que los informes publicados en wikileaks parecen estar dado a la hipócrita diplomacia internacional, aquí en nuestro país los fantásticos e irreverentes farmacriticxs, una organización independiente e informal de estudiantes de medicina, inician un debate interesantísimo sobre la corrupción de las compañías farmacéuticas (en connivencia con médicos sin escrúpulos). Y lo hacen gracias a las reveladoras declaraciones de un antiguo delegado de un famoso laboratorio, GSK, que fue despedido en la reciente regulación de empleo del gigante británico, al cual se le han unido algunos otros trabajadores del mismo sector (aunque la mayoría se han opuesto a él tildándolo de traidor, despechado, cobarde y de ahí para arriba).

Las declaraciones no tienen desperdicio. Durante muchos años, este señor dice haber falsificado facturas para justificar pagos éticamente inaceptables (y legalmente punibles) de regalos a médicos corruptos con tal de que se recetara lo que la empresa quería. Cuando en realidad se regalaban ordenadores portátiles de última generación para uso personal, lo que constaba en los papeles era que simplemente se trataba de un «contrato de cesión temporal»; en vez de billetes de avión y talonarios bancotel gratis para las vacaciones del médico y su mujer, se expedían facturas de desplazamiento y alojamiento para la asistencia a congresos a los que en verdad no había existido. La cosa era tan vergonzante que incluso había llegado a pagar dinero contante y sonante, ya sea por supuestos cursos o conferencias inexistentes o sin excusa de por medio. Todo valía con tal de cubrir los presupuestos de ventas de cada producto.

Por si acaso algún delegado no sabía tapar bien todo para guardar una falsa apariencia de legalidad, los jefes de zona les daban, al parecer, pistas de cómo hacer las cosas, supervisando y autorizando dichas prácticas.

¿De cuánto dinero estamos hablando?, se preguntarán ustedes. Pues, sin pelos en la lengua, pone números: Cada año recibía mas de 20.000 euros para gastar, eso sin contar aquellas acciones que venían directamente del departamento de marketing, que podían alcanzar los 10000 euros. En definitiva, casi 30000 euros para «invertir» en los médicos de mi zona y conseguir que Seretide, Bonviva, Avidart etc, alcanzasen la cifra de ventas asignada para cada «vendedor».

Este señor, Manuel y de Almería, para más señas, amenaza con desvelar más datos, esta vez con nombres y pruebas documentales. Si no lo remedia, claro está, la interpol con una orden internacional de detención contra él o la CÍA con un ataque informático a los blogs suversivos de este país. Puede que estemos en la antesala de un Pharma-wikileaks a la española… O no. En breves días saldremos de dudas.


Innovaciones tecnológicas 2.0 aplicadas a la salud, una aproximacion crítica


Hace unos meses, Luis Palomo, médico general, amigo y coordinador de la unidad de formación e investigación de Cáceres, me pidió colaborar en la revista Salud 2000, órgano de difusión de la Federación de Asosicaciones en Defensa de la Sanidad Pública (FADSP) que él dirige. En la revista suele escribir gente de un claro signo político con el que me identifico (no tengo reparo en decirlo), y de mucho prestigio en nuestro país. Por tanto, reconozco que tuvimos que emplearnos a fondo para poder estar a la altura.

Colabora en el artículo Laura, como no, compañera del alma y de aventuras.

El tema que escogió Luis es el de las luces y, sobe todo, las sombras de todo lo que se ha dado en llamar la «era 2.0«. Mucho se está hablando del tema, y posiblemente casi todo en tono positivo, así que era momento de hacer una lectura crítica.

Debemos mucho de lo escrito a mucha gente que seguimos, como Juan Gérvas, Rafa Cofiño, Rafa Bravo y Julio Bonis. A ellos va dedicado este artículo y la presente entrada.

Extraemos un trozo que es, a nuestro juicio, una de las piedras angulares de toda esta movida de las redes sociales: la brecha digital, su agrandamiento y sus posibles implicaciones en términos de la provisión de servicios sanitarios.

Que os aproveche.

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En el ámbito de la sanidad la brecha digital adquiere nuevas dimensiones. Las personas que consumen más información en salud a través de Internet son, paradójicamente, más jóvenes y más sanas . Buscan sobre todo información sobre hábitos saludables para mantener su buena salud (la más consultada y de mayor volumen), o para complementar la información que proveen los profesionales sanitarios, y se mueven en las redes sociales con naturalidad. Por el contrario, las personas mayores, de mayor comorbilidad y por tanto mayores necesidades en salud, son las que menos posibilidades y más barreras presentan para acceder a la información en salud a través de Internet, ya sea por limitaciones físicas (dolores posturales, problemas visuales, de memoria), familiares o socioculturales. Su ritmo de incorporación a las ITICI-AS es muy lento, lo que no evita que en los lugares donde la apuesta por reducir las brechas y barreras se estén dando pasos para que estas personas se puedan beneficiar de las mismas.

A medio camino entre ambos extremos de la vida están las personas de mediana edad, activas e independientes, que comienzan a presentar problemas de salud o han experimentado (ellos mismos o familiares cercanos) enfermedades graves. Son, quizá, el grupo más emergente y que mayor actividad presenta, no sólo demandando información sino participando en las comunidades virtuales de apoyo a pacientes como apomediarios. Suelen agruparse en asociaciones más o menos formales, y han adquirido protagonismo social y capacidad de influencia sobre la toma de decisiones políticas, demandando mayor atención sobre sí mismos y una visión más integradora y participativa en la asistencia sanitaria. Asimismo, estos grupos están convirtiéndose en particulares objetos de deseo de empresas tecnológicas e industria farmacéutica, constituyendo un potencial foco de actividad comercial donde plataformas virtuales compiten con productos de telemonitorización y encuentros de e-pacientes. Muchos profesionales sanitarios y asociaciones profesionales han visualizado el panorama con rapidez y se sienten ávidos a participar en las ITICI-AS, aún a costa de cambiar el rol de mayor control y poder que tradicionalmente poseían por un papel de apomediario. Si tenemos en cuenta de que tanto la infraestructura como la demanda de información y de comunicación es mayor en personas con menores necesidades en salud, centrar el foco de actividad de los profesionales en estos menesteres contribuiría a agrandar las desigualdades en salud, lo cual afianzaría la temida ley de los cuidados inversos enunciada por Julian Tudor Hart en 1971.


Existe vida emocionalmente inteligente en el hospital


Sí. Cierto. La afirmación que da título a esta entrada es fruto de mis prejuicios. Reconozco que desde hace años pienso aferradamente que el hospital es un lugar frío e inhumano donde trabajan unos profesionales que sólo miran para sí mismos y donde la empatía y el sentido común son sólo palabras huecas en las que nadie cree a la hora de la verdad.

Pero la lectura de este artículo (gracias, Pilar) – Agud JL. Brújula para médicos noveles. Rev Clin Esp.2010;210(5):237–242- me ha devuelto la esperanza. ¡Puede haber vida emocionalmente inteligente en el hospital!

Que un médico de hospital considere que el nicho de trabajo del médico es la cabecera del paciente y no el despacho o la consulta, que el sentido común y la clínica (sintomatología y exploración física) es la guía fundamental de nuestro trabajo (y no la tecnología o las pruebas complementarias), que el contacto con la persona-paciente y su familia es deseable y no algo a evitar, que la práctica profesional va ligada a la aceptación de que somos humanos y por ello erramos y que aprovechar esta oportunidad es una virtud y no una desgracia, y que el aprendizaje crítico es la mejor forma de hacerse y ser médico, es algo que a estas alturas, a fuerza de ver y comprobar lo contrario en el trascurrir de los días, creía ya un fenómeno extinto.

Ojalá cundiera el ejemplo para las próximas generaciones de médicos de hospital (a los que el autor dirige el texto). Otro gallo cantaría.

[Foto: Amanecer en San Carlos, por fainmen]


Buscando culpables a la muerte de un bebé que nació en casa


Hace un par de días nació un bebé fuera de un hospital en Cáceres. Algo de lo que casi nadie se escandaliza a estas alturas de siglo. Si no fuera, claro está, porque todo salió mal… y la niña terminó muriendo fruto de las complicaciones intraparto.

Si esto hubiese ocurrido en un hospital, se buscaría un culpable dentro del mismo: la matrona o el tocólogo. Pero como ha sido fuera los culpables parecen ser los padres. Aunque la decisión de parir en casa fuese informada y libremente tomada por ellos, todos los señalan con la mano acusándolos, como poco, de imprudentes. Como si la muerte de una hija no fuese suficiente para ellos…

El primero en iniciar la caza de brujas  ha sido el presidente del colegio de médicos de Cáceres, que considera que «se ha jugado con la vida de un ser indefenso» y que entiende que las autoridades sanitarias deben intervenir para determinar «hasta dónde llega la libertad de los padres». Como no, en el hospital la reacción ha sido la habitual en estos casos: culpabilizar a todo aquel que no llega al mismo cuando y como ellos deseen. «No entendemos cómo una niña que llegó muy mal al hospital estuvo tres horas en casa«. Y para cerrar la santa trinidad inquisitoria, el señor fiscal, que aunque no halla objeción al parto en casa, apunta la posibilidad de que se puedan derivar responsabilidades por la posible imprudencia o negligencia de los padres.

Y sí, es cierto que en estudios observacionales se ha observado que la mortalidad parece ser superior en los bebés que nacen fuera del hospital comparados con los que lo hacen rodeados de la ingente cantidad de medios humanos y técnicos hospitalarios (el riesgo de mortalidad en el hospital oscila entre el 4 y 9 por cada 10000 partos y fuera de él entre 7 y 20 por cada 10000 partos, diferencia que desaparece cuando los partos extrahospitalarios se asisten por personal sanitario acreditado), pero eso no da pie a enjuiciar a nadie en nombre de la ciencia y de la justicia. Y menos a quien decide voluntariamente sobre algo que sólo ellos pueden decidir.

¿Debemos perseguir a un padre que prefiere que su hijo juegue en la calle, cuando todos sabemos que tienen más riesgo de muerte accidental que en un patio vecinal privado? ¿Debemos juzgar la vida y las decisiones de los demás, cualesquiera que éstas sean? ¿Hay que juzgar a quien no lleve una vida perfecta, exenta de imprevistos, privada de riesgos? ¿Criminalizamos a quien se salga de los estrictos cánones de los dictámenes de los expertos, los enviados divinos que deciden sobre la vida y sobre la muerte (ajena)? ¿Porqué buscamos culpables para la muerte natural, cuando la muerte es algo que forma parte de la vida misma?


Colegiación libre


A mediados de mayo, todos los años, los aspirantes al MIR que han superado la prueba y han obtenido plaza inundan las unidades docentes preguntando qué requisitos son necesarios para formalizar los contratos de trabajo: abrirse una cuenta en la caja,  hacer unas pocas de fotocopias, sacarse fotos tamaño carné y, hasta hace bien poquito, colegiarse. Sin embargo, ahora resulta que no es obligatorio. Lo adviertes para que sea el residente el que valore si lo hace o no. Pero se colegian.

Principalmente porque estiman que es útil, necesario. Se asustan un poco el primer año cuando ven las cuotas tan elevadas en comparación a lo que reciben a cambio, pero les sigue compensando. Cuando ya te dejan de interesar los repetidos y siempre los mismos cursitos de manejo de tal para atención primaria, patrocinados por laboratorios Famfarria y llevados a cabo por el especialista hospitalario de turno, es cuando dejas de ver la utilidad de estar colegiado.

El desencanto suele venir cuando tienes un problema laboral al acabar la residencia. Recurres al asesor legal o laboral del colegio, y recibes la típica respuesta de es que las cosas son así. Ya es cuando comienzas a sentir desapego por el colegio. Desapego que se acrecenta cuando ves que el discurso oficial de sus dirigentes es excesivamente conservador y alejado de tus ideales políticos y escala de valores sociales. Entonces ya tomas la decisión: me quito del colegio.

Pero no es tan fácil descolegiarse. Las trabas son múltiples. Incluso cuando alegas que la colegiación legalmente no es obligatoria para los que trabajamos para el sistema sanitario público. Se ponen nerviosos, se miran entre ellos y te responden, incómodos: la colegiación sigue siendo obligatoria, y a los que no lo están los estamos llevando a juicio.

Y así es, ciertamente. Resulta un tanto paradójico que una institución que promueve la libertad de prescripción, la posibilidad de objetar a la conciencia para negarse a efectuar un aborto en una joven que libremente decide hacérselo, y que apuesta por la autonomía profesional como un valor a promover, por su lado, no sólo no reconozca a los mismos profesionales la libertad de colegiarse o no, sino que los persigan en los juzgados cuando ejercen esa libertad. Actitud que me recuerda a la de la iglesia, que en vez de adaptarse a la realidad actual, amenaza a los que la critican en el tema del aborto con la excomunión.

Pero plantear un pleito es una cosa y ganarlo otra. El otro día, un amigo que hace un par de años decidió borrarse del colegio y dejar de pagar sus cuotas, ganó el juicio en el que le metió nuestro ilustre colegio de médicos. Para dar fe de ello, he aquí la sentencia.

Como decía este amigo en su correo, si quieres puedes. Y con esta jurisprudencia más. Es momento que los colegios se planteen porqué está pasando esto, y que la conclusión que saquen no es que somos unos bichos raros marginados de la profesión, sino que los colegios profesionales tienen que adaptar su rol y discurso a la realidad y las exigencias de la profesión.

Os dejo. Me voy, precisamente, a la sede madrileña de la Organización Médica Colegial, ahora mismito, donde tendrá lugar el último de los legendarios seminarios de innovación en atención primaria. Un día muy muy especial…