¿En qué ha cambiado Internet la relación médico-paciente?


Esa es la pregunta que un grupo de inquietos holandeses se ha hecho. Pero no crean ustedes que nos dan la respuesta. Allanan algo el terreno, eso sí. Simplemente categorizando las posibles respuestas. Así que !abran juego, señores¡


Información a las personas mayores ¿Cómo? ¿Qué?


La mayoría de las intervenciones sanitarias, aún hoy en día, se llevan a cabo sin que el paciente haya sido debidamente informado sobre sus potenciales beneficios y posibles riesgos. Ni la ley de autonomía del paciente ni las nuevas tecnologías están contribuyendo de una manera relevante a mejorar el panorama, aunque esto no quita para que se siga trabajando sobre de qué maneras y con qué fórmulas informar e involucrar al paciente en la toma de decisiones.

En las personas mayores el reto es aún más complejo. Además de no estar habituados a solicitar información ni a tomar parte en las decisiones clínicas, muchos de ellos suman a sus incipientes problemas perceptivos el hecho de contar con un bagaje cultural no muy rico.

A estas barreras hay que sumar una: el anumerismo. Una forma de incultura que nos hace más vulnerables y que no sólo afecta a cosas cotidianas, como la probabilidad de lluvia, sino también a las decisiones en salud.

En un reciente artículo (gracias, Carlos Gil), un grupo de personas mayores recibió un libreto informativo sobre el riesgo de caídas, que contenía, entre otras cosas, datos numéricos extraídos de estudios científicos y expresados en forma de pictogramas, tablas, figuras y gráficas, pero también textos explicativos, consejos y elementos de narrativa (testimonios de pacientes).

Como resulta lógico (el libreto tenía más de 50 páginas), los entrevistados se quedaban sólo con los consejos, los resúmenes y los testimonios de personas como ellos. Nos pasa también a los médicos (ojo, no nos creamos tan listos) y por eso los panfletos publicitarios y las estrategias de mercadotecnia de la industria farmacéutica utilizan los mismos métodos.

Pero lo importante no es sólo cómo se presenta la información, sino de qué se informa.

Así, en otro estudio publicado en Archives of Internal Medicine y realizado en personas mayores, se han utilizado pictogramas (como el utilizado en este boletín -pag 7- a propósito de una nueva estatina) en los que se representa el beneficio, expresado en riesgos absolutos, en cuanto a disminución del riesgo cardiovascular a los 5 años con y sin tratamiento, en función de varios escenarios extraídos de diferentes estudios. Datos estadísticos, ojo. No se evaluaba el grado de aceptabilidad de la información, pero sí la respuesta en cuanto a «deseabilidad a seguir el tratamiento» en los distintos escenarios.

El estudio desvela algo de sentido común: no eran muchos más los pacientes deseosos de tomar la medicación cuando los escenarios eran más favorables (disminuciones del riesgo mayores). Sin embargo, cuando se presentaban diferentes escenarios de gravedad de los efectos adversos sí que había diferencias: lógicamente, eran muchos los que, ante la posibilidad de sufrir efectos adversos que interfirieran en su vida, pensaban que era mejor no tomar el medicamento.

Por tanto, les cuesta interpretar los datos estadísticos, ¡pero de tontos no tienen un pelo! Las personas mayores, muy sensatamente, piensan más en los problemas que les pueden ocasionar las medicinas que en sus posibles beneficios. Y no es en vano esa percepción. Son conscientes de que el tiempo apremia, y piensan que es mejor vivir mejor que vivir mucho….

(Foto: ancestros, de Francisco Javier Argel)


Empatitectina, novedad terapéutica para el control del riesgo cardiovascular


ATENCIÓN: Lea todo el prospecto detenidamente antes de empezar a tomar el medicamento

1. NOMBRE DEL MEDICAMENTO

Empatitectina 25 mg, comprimidos recubiertos de liberación retardada

2. COMPOSICIÓN CUALITATIVA Y CUANTITATIVA

Un comprimido recubierto contiene 26,8 mg de hidrocloruro de empatitectina, equivalentes
a 25 mg de empatitectina.

3. FORMA FARMACÉUTICA

Comprimidos recubiertos de liberación retardada

4. DATOS CLÍNICOS
4.1 Indicaciones terapéuticas

La empatitectina es la forma terapéutica concentrada de la empatía-clínica-de-toda-la-vida. La empatía se ha visto asociada no sólo a mayor satisfacción del encuentro clínico, sino incluso a mejores resultados clínicos.

En un estudio reciente, los pacientes diabéticos que fueron atendidos con mayor empatía mejoraron su control metabólico y sus niveles de colesterol, lo cual en parte se explicaría por un aumento en la adherencia al tratamiento farmacológico y una actitud más activa y responsable del paciente, pero también manifiesta el poder terapéutico que en sí conlleva la relación médico-paciente.

En un estudio aleatorizado doble ciego se ha visto mucho más beneficiosa que las relaciones impersonales generadas por las tecnologías 2.0, las cuales, además, se viven como intrusivas y frías. Nada mejor que el contacto humano directo, y no a través de apomediaciones.

4.2 Posología y forma de administración

Con una vez cada 2 o 3 meses basta: no hay que abusar.

4.3 Contraindicaciones

No debe utilizarse en personas con tendencia a la dependencia en el médico: una cosa es ponerse en el lugar del paciente y otra suplantar al paciente. La empatía es, o debe ser, una herramienta para empoderar al paciente y hacerlo independiente y autónomo, no para hacerlo dependiente de los cuidados sanitarios.

4.4 Advertencias y precauciones especiales de empleo

Ojo: no confudir empatía con simpatía. Simpatía será simpatizar emocionalmente con el paciente. Cuando éste llore, llorar con él; cuando éste se enfade, enfadarse con él. Una cosa es ser empático y otra «sempático».

4.5 Interacción con otros medicamentos y otras formas de interacción

Interacciona positivamente con el respeto mutuo y la confianza. El tiempo es su aliado, y el humor usado a su debido tiempo potencia la concentración máxima disponible de empatectina, logrando mayores beneficios clínicos.

4.6 Embarazo y lactancia

No se ha evaluado la seguridad de empatitectina en mujeres embarazadas. Los estudios de reproducción realizados en ratas y monos no mostraron indicios de teratogénesis o trastornos en la rrealizadosfertilidad. Los datos preclínicos indican que la empatitectina pasa a la leche materna.

Sin embargo, estudios clínicos nunca realizados y el sentido común indican que son totalmente seguros durante la gestación, especialmente en el primer trimestre, y toooooda la lactancia. Lógicamente estos datos son desconocidos en los textos de toco-ginecología, ya que casi ningún especialista de este ramo suele utilizarlo.

4.7 Efectos sobre la capacidad para conducir y utilizar maquinaria

No conocidos

4.8 Reacciones adversas

Alargamiento de las consultas clínicas, agotamiento de las reservas de pañuelos para el llanto espontáneo, irritación ocular no relacionado con la alergia, etc.

Utilizado en todas y cada una de las consultas de forma indiscriminada, produce en el médico cansancio extremo y el conocido como «complejo de sacerdote sin hábito», entidad patológica que no tiene cura pero que realmente algunos expertos consideran una mera variante de la normalidad (de hecho, muchos médicos actúan como tal sin saberlo).

En algunos extremos, tanta empatía y tanta dulzura pueden resultar algo empalagosas y, especialmente en diabéticos, pueden incrementar los niveles de glucemia. Igualmente, el uso de la empatitectina de forma artificiosa, sin acompañarse de genuinas muestras de humana comprensión y respeto por el padecimiento de la persona, puede acompañarse de rechazo sistemático del paciente y desconfianza, lo que conduce a insatisfacción y finalmente a cambio de médico.

4.9 Sobredosificación

No se conoce en la literatura biomédica ni u sólo caso de sobredosis de empatitectina. Algunos datos indirectos parecen indicar que el uso de su antagonista, la antipatitectina, análogo de la antipatía, puede resultar un buen antídoto contra el exceso de empatía, aunque con un balance beneficios-riesgos muy desfavorable. Algunos médicos utilizan habitualmente la antipatitectina, lo cual parece asociado con menor frecuentación del paciente y mayores visitas a urgencias.

4.10 Especiales consejos de uso

La empatitectina es un arma más poderosa cuando la administran médicos contentos con su trabajo y en unas condiciones que les permitan desarrollar sus valores profesionales. Este hecho no parecen conocerlo las autoridades sanitarias reguladoras, porque si no no se entiende que cada vez trabajemos en peores condiciones…

5. TITULAR Y OTROS DATOS DE LA AUTORIZACIÓN DE COMERCIALIZACIÓN

Laboratorio titular de la patente: Libertis Pharm.

P.V.P: no cuesta un euro y ahorra mucho. Sólo se gasta una kilocaloría (mal contada) en sonreir y otra en escuchar. Y tiempo. Y asumir que, por muy poderosa que sea, la enfermedad es la enfermedad y por mucho que queramos no somos capaces de hacer todo lo que quisiéramos para evitarla o paliarla.

Validez de la patente: Ad eternum.


Palabras que no caben en medicina


Hay palabras y expresiones que «nunca» deben decirse en medicina (entrecomillo lo de nunca porque precisamente esa es una de esas palabras).

Jamás pasará eso.

Nunca volverás a tener problemas.

Yo tengo la solución a tus problemas.

Te voy a curar.

Yo sé cuál es la causa de tu problema.

Te juro que te voy a curar

Después de ésto le dirás adiós a tu enfermedad.

Esto seguro te va a dar resultado.

Te garantizo que te vas a curar.

Una cosa es asertividad y mostrar confianza en lo que se dice y otra bien distinta es la charlatanería. Y sobre todo, como en este video, cuando además de utilizar muchas de las palabras de la lista anterior, lo que se dice es más propio de un curandero o de un chamán que de un médico…


¿Qué es un paciente empoderado?


Paciente empoderado es el que acepta la incertidumbre de la vida y de la muerte, y el que considera que la salud es un regalo.

Definición inspirada en este artículo.

Dedicado a los amables periodistas de Diario Médico.

[Foto: Regalo, de Daquella manera]


Cuando el paciente desconfía


La práctica de la medicina tiene sus altibajos. Curiosamente, el hecho de que uno se sienta bien o mal en su trabajo no depende sólo de hacer las cosas bien desde el punto de vista técnico, sino de cómo es la relación con los pacientes. Si la relación es de confianza, de manera que hasta se pueden confesar los errores de una y otra parte sin que haya culpabilización de nadie, uno generalmente se siente bien, incluso diría que orgulloso. Pero cuando falla esa confianza desde un principio casi siempre se genera insatisfacción ante cualquier mínimo motivo, y la tolerancia a los errores es muy baja. Y cuando eso sucede es fácil que uno de los dos comience a recriminar y echar en cara al otro hasta el último detalle de la relación viciada que de otra forma hubiesen quedado olvidados o relegados a un rincón.

Pocas veces me he sentido como hoy en la consulta. Si que un paciente te diga con sinceridad que confía en tí es lo mejor que te pueden decir, lo contrario te hunde. Y si además reconoces parte de la culpa, la duda se extiende a tí mismo. Pero cuando además el reproche se hace con ensañamiento entonces ya lo último que deseas es volver a desenfundar el fonendo…


atención primaria, atención humana


Segunda entrega de la serie «Atención Primaria; 12 meses para doce causas», en esta ocasión dedicada a la necesaria mirada hacia la vertiente humana de la práctica cotidiana de los centros de salud.

Por en definitiva, en la atención primaria, como reza en éste anuncio, trabajan personas que cuidan de las personas…


Cadena de despropósitos en la coordinación primaria-hospital


Que quería.

Pues mire, que me de un volante para el especialista de la vista para que revise.

Pero, no entiendo. Si es una revisión, ¿porqué habría de darle yo un volante?

Pues porque me dijon (dijeron, en serradillano) que fuera cuando quisiera, que sólo tenía que venir a usted a que me diera el justificante.

¿Y porqué fue al especialista? ¿Qué le dijeron que tenía usted en la vista?

No sé.

¿No le dieron ningún papel, ningún informe?

No.

Entonces, ¿qué problema tiene usted?

¡Ah, no sé, usted sabrá, para eso es médico!

Ya, pero yo es la primera vez que lo veo.

Me meto en su historia clínica electrónica, y, como era de esperar, no hay registrado nada. Busco la de papel, y tampoco. Le digo a la administrativa que busque en su historial de citas, y ni rastro.

Al final, le hago un volante con sólo dos palabras: solicito revisión.

Resultado del encuentro clínico: paciente cabreado-volante hecho; médico cabreado-tiempo perdido.

(Foto: Broken chain, por kruemi)


El pie desnudo de Elena


Bueno, Elena, ¿quería algo más?

Pues sí, mire usted. Me da no sé qué pedírselo, pero es que yo no puedo, con esta cadera que me duele tanto, y que me han dicho que ya no me pueden operar, y mire, es que no me puedo agachar, y esta mañana no me he podido poner el calcetín, que aquí lo tengo en el bolsillo, así que si es usted tan amable de ponérmelo, es que hace mucho frío, y viniendo para acá he cogido frio en el pie y no quiero constiparme. Siempre me pasa igual, voy por ahí siempre con el pie desnudo, y cuando eso le digo al primero que veo que me ayude a ponérmelo.

(Foto: socks, por terremonto)


De los instintos, las hipótesis, los encuadres y los médicos como balas


La toma de decisiones clínicas está gobernada por criterios racionales, por los hechos científicos, las observaciones objetivas y los datos empíricos, pero sería una gran mentira ocultar que los médicos nos guiamos también por la intuición. Como personas que somos, «no nos movemos sólo por los hechos, sino por lo que pensamos (e intuimos) acerca de los hechos«.

Según el modelo clínico emotivo-racional, los médicos, ante un reto o situación clínica, en seguida, a los pocos segundos de comenzar la consulta, ya solemos tener una idea de lo que le pasa al paciente, e incluso del tratamiento que le vamos a recomendar. Gran parte de lo que sucede después es con el simple fin de confirmar o descartar esta primera hipótesis. Y como tengamos poco tiempo para atender a los pacientes como debiéramos, esta segunda fase es corta y veloz, como las balas de un revólver de John Wayne.

Esta peculiar forma de automatizar las decisiones clínicas como es lógico se afina con la experiencia, de manera que en pocos años podemos desarrollar un «instinto clínico» agudo que nos lleve a ser muy eficientes en las consultas: alto porcentaje de aciertos en consultas rápidas. Sin embargo, a veces el instinto nos juega malas pasadas…

Hace unas semanas, un chico que no llegaba a los 20 años vino a contarme que se encontraba mal. Tal como comenzó a describir los síntomas lo primero que pensé fue que tenía gripe. Pero había tenido vómitos, y le molestaba un poco la boca del estómago. Así que, además de verle la garganta y auscultarle el pecho, también le toqué la barriga. Para mi sorpresa, le dolía mucho en la fosa ilíaca derecha, y tenía un aparente signo del rebote. No tenía fiebre, ni dolor espontáneo en esa zona, pero no las tenía todas conmigo. Me paré un segundo a pensar. Le aconsejé que se fuera al hospital. A las pocas horas ya estaba operado de una apendicitis aguda.

La semana pasada, una señora sin ningún antecedente reseñable, me vino a comentar que «el resfriado no se le había quitado en todo lo que llevamos de inverno». «Que me ahogo mucho». «Nada, un broncoespasmo sin importancia», pensaba. Venía su hija acompañándola. «Yo le digo que resfriado no será, si lleva tanto tiempo…».

Tras auscultarla y un momento para reacomodarme, le dije: «efectivamente, de resfriado nada. Tampoco es de los bronquios, como pensaba inicialmente. Es una taquicardia, y el corazón le está fallando». Le hice un electro, que confirmó la fibrilación auricular rápida; miro los tobillos, llenos de edemas que dejan huella. Pido anaĺitica, radiografía, el viernes se viene para hacerse el sintrom, que se lo vamos a tener que dar, también estas dos pastillas, una para orinar y otra para frenarle el corazón, que lo tiene un poco disparado. Mientras, mirada a los ojos: «Manuela, ¿está usted bien?» La cara de la persona a la que diagnostican una enfermedad crónica cambia. «Bien, claro, tiraremos p’alante, haremos lo que haya que hacer…».

En los dos casos, el pararme a «ver» y «tocar» al paciente me hizo replantearme la hipótesis preliminar y reorientar el cuadro. En ambas ocasiones, afortunadamente, llegué a un diagnóstico totalmente diferente al que inicialmente había dado por cierto; y menos mal que así fue, porque no se trata de enfermedades banales. Tanto en uno como en otro tuve la suerte de disponer de un mínimo tiempo (y la cabeza despejada de agobios) suficiente como para pararme a reencuadrar el caso.

¿Qué pasaría en otro contexto diferente, en el que los pacientes se agolparan en la puerta, como si fuesen ganado, y no tuviera más de 5 minutos por visita? Imaginen ustedes…

(Foto: Mi ojo en macro, por Christian Javan)