Golosinas


Convertir una cuestión menor en una enfermedad tiene un inconveniente: que la gente no quiere sentirse enferma. Y tampoco quiere comportarse como un enfermo. Tomarse una pastilla es de estar enfermo. Tomarse una gominola no.

Eso es lo que deben haber pensado las empresas farmacéuticas, que han tomado buena nota de los deseos de los consumidores, y tal y como nos afirma un urólogo en su blog, están pensado formas de presentación «más divertidas» para sus medicamentos para los problemas de erección.

Claro, que de ésto a que todos piensen que tomarse viagras con forma de caramelo no puede nunca ser malo puede haber sólo un paso…

Pero por otro lado, puede que no sea mala idea. Hablaré con la farmacéutica del pueblo para que se haga acopio de paquetes de golosinas. Y cuando alguien venga a la consulta demandando un remedio infalible para un problema menor o una queja nimia le extenderé una receta de «Golisinim Forte-D». Lo mismo alguien se percata del fraude y me llevan a la cárcel, pero al menos conseguiríamos durante un tiempo que la gente viva más feliz y contenta…

(Foto: Chuches, por Ana Yacobi)


Participación


Hace ya tiempo que tuve que renunciar a leer un libro de corrido. A lo máximo que puedo a aspirar, al menos por ahora, es a leer a chispazos. Abrir un libro por una página cualquiera, y dedicar 5, diez minutos, como mucho.

En una de estas lecturas relámpago, de éste libro, pude leer el siguiente pasaje:

Aronson describe la interacción en el aula que tuvo ocasión de observar entre una profesora y sus estudiantes a lo largo de varias semanas. La llamó la atención el que los alumnos reaccionasen de forma diametralmente opuesta a las preguntas que la profesora planteaba a toda la clase. Un grupo reducido de estudiantes (entre seis y diez) levantaban siempre la mano mostrando su deseo de responder a las preguntas. Frente a ésto, muchos alumnos hacían exactamente lo contrario: desviaban la mirada, como si quisieran hacerse invisibles, como si tratasen de refugiarse en la evitación del contacto visual con la profesora para conjurar el peligro de tener que responder ante toda la clase.

Subraya el autor que la profesora iniciaba el curso con la firme decisión de tratar a todos los estudiantes por igual y de alentarle a todos a dar lo mejor de sí mismos. Sin embargo, el procedimiento de lanzar preguntas a toda la clase consigue, indirectamente, que los propios estudiantes se autoasignen a grupos diferentes. El grupo de los entusiastas, el de los estudiantes siempre deseosos de contestar a las preguntas de la profesora y activos participantes en la marcha de la clase, que se caracteriza por sus buenas notas en los exámenes, es muy gratificante para la profesora. Ésta corresponde a su esfuerzo con alabanzas y palabras de aliento, consciente de que depende de ellos mantener el buen ritmo de la clase.

A los alumnos que no destacan precisamente por su entusiasmo a la hora de contestar a las preguntas de la profesora les aguarda un futuro muy diferente. Al comienzo del curso, la profesora les intentó involucrar en la marcha de la clase, por tras verse frustrada una y otra vez por su falta de participación, tomó la decisión de ignorarles. La profesora se autojustificaba pensando que, de esta forma, respetaba su negativa a participar y no les exponía al ridículo delante del resto de los estudiantes. Tal vez no era consciente de que, al mismo tiempo, acrecentaba todavía más la diferencia entre estos dos grupos de estudiantes.

Inmediatamente me he acordado de mí mismo, porque de alguna forma yo también, cuando actúo como docente, hago lo mismo, sin darme cuenta, que esta profesora.

Y también me he acordado de las tecnologías e-Health o de Medicina 2.0, al las que se le suponen una serie de atributos teóricos entre los que está la participación y la colaboración.

Al igual que a la profesora del pasaje del libro, a la e-medicina le puede estar pasando algo similar. Suponer, sobreentender. Equivocarse, en definitiva, con el agravante del engaño a sí mismo (y a los demás). Los atributos teóricos de la Salud 2.0 han de ser demostrados. Y por ahora, mucho ruído pero pocas nueces.

[Foto: Asamblea al Sol (18M), por Javi S&M]


Contra el bipartidismo


vía @javierpadillab e @iescolar


Trabajadores sanos controlados


Estas últimas semanas, una epidemia ha invadido la consulta. No, no son los virus estacionales (que también), ni las alergias y ataques de asma (que también). Me refiero a los trabajadores que vienen con el informe del médico de empresa, con los resultados de esta modalidad de «control de salud» que, como tantos otros, no tiene ningún fundamento científico.

Cifras de colesterol de 220 en personas sanas sin factores de riesgo, ácidos úricos y niveles de transaminasas hepáticas en los límites altos de la normalidad, poliglobulias con hematocrito del 55% sin ningún tipo de sintomatología, tensiones arteriales de 140/100 determinadas en una única ocasión catalogadas como hipertensión, consejos de derivaciones en tandem a especialistas (neumología-cardiología), pérdidas leves de audición, problemas de visión producidas por la edad, supuestas arritmias diagnosticadas sin un mísero electrocardiograma y con la recomendación explícita de que lo vea lo antes posible el especialista del corazón «queparaesoeselqueentiendedeesascosas»

Por una vez me alegro que las tasas de paro sean tan altas en este país. ¡No puedo ni imaginarme lo que sería ésto con pleno empleo!


¿#porquemedicofam?


Hoy es el día del médico de familia. Y lo celebramos, al contrario que los docentes, cuyo día libran, trabajando, como siempre, como cualquier otro día. Con las listas llenas, con las confesiones de nuestros pacientes, con los volantes y recetas que nos inundan, con el duro día a día de ver cómo muchos de los pacientes se van sin que no podamos hacer nada por ellos, con la incertidumbre que marca nuestro trabajo y que nos hace ser tan diferentes a los demás especialistas.

Muchas veces me pregunto/me preguntan porqué soy médico de familia. Y la verdad, es una causalidad. O quizá no. Quizá lo elegí intuitivamente. Lo que sí tengo claro es que no lo cambio por nada del mundo.

Pero eso sí, lo único que pido es poder hacer mi trabajo como mejor sé y puedo. Lo único que pido es que me dejen ser lo que soy. No es poco…


Técnicas de manipulación (perdón, marketing) para vender medicamentos


En un país como estados unidos, donde está permitida la publicidad directa al consumidor de medicamentos, cualquier estrategia parece ser válida con tal de generar beneficios.

Un par de investigadores estadounidenses se dedicaron un buen día a analizar cualitativamente los anuncios de antidepresivos de revistas como Cosmopolitan, People, Time, Newsweek, Men’s Health o Reader’s Digest entre los años 1997 y 2003. Y ¿qué es lo que observaron? Los anuncios seguían diversas estrategias:

  • Asomarse al diálogo interior con frases como «sabes lo que se siente cuando se sufre el peso de la soledad». Mensajes que buscan la compasión del otro y su comprensión.
  • El efecto contagio: «No estás sólo. Como tú hay millones de personas». Normaliza la situación para conseguir que aceptes que estás mal y que necesitas ayuda.
  • Definir las meras desviaciones de la normalidad como enfermedades. Estrategia harto conocida. Si estás triste y falto de ganas, puede ser porque estés enfermo de depresión. Consulta con tu médico, al cual ya habremos aleccionado de lo que debe hacer contigo (o sea, recetar el último y mejor antidepresivo).
  • Provocar disconfort con frases incompletas, cortas y directas sobre emociones y sensaciones desagradables, lo que refuerza la noción de que uno está realmente mal («¿Cansado? ¿Duerme mal? ¿Te falta apetito? ¿Incapaz de sentir placer?»).
  • Aportar instrucciones para el autodiagnóstico. Otro clásico. Empujar al paciente a la consulta porque el test de sólo dos preguntas ha dado positivo (lo cual ocurre en más de la mitad de las personas que lo hacen).

Curiosamente, había más anuncios de antidepresivos en las revistas dedicadas a un público femenino que en las masculinas… No es casualidad, no.

Si estos son los mecanismos que utilizan para promocionar los medicamentos, los efectos ya los conocemos. Está comprobado que ir al médico con la expectativa de que le recete un determinado medicamento antidepresivo aumenta considerablemente (entre 3 y 8 veces más) la probabilidad de que el médico termine prescribiendo el fármaco. Y más recetas = mayor gasto farmacéutico. En estados unidos, el gasto en tratamientos farmacológicos ligados a la depresión ha aumentado entre 1990 y el 2000 la friolera de un 425% (de menos de 2000 millones de dólares a más de 10 mil millones). Y este aumento ha sido paralelo a la inversión en publicidad: en sólo 7 años, se ha triplicado el dinero destinado a publicidad de antidepresivos, llegando en 2003 a alcanzar la cifra de más de 3 mil millones de dólares, sólo en un año. ¡Está claro que manipular a los consumidores a través de la publicidad les compensa!


Los que no ven, ni oyen, ni dicen


Los tres monos sabios ni oyen ni ven ni dicen. Pero en este país, plagado de sabios ignorantes, todos ven, todos dicen y, principalmente, todos dicen.

Todos creemos tener, por ejemplo, la clave para salir del agujero económico. O las soluciones que serían necesarias para sacar a la Atención Primaria de la eterna crisis. Pero lo cierto es que ni una cosa ni otra son fáciles.

Ahora bien. Si políticos, gerentes y profesionales nos lo creyéramos y pusiéramos en práctica lo que en APXII nos recuerdan en esta entrega de Mayo, otra Atención Primaria tendríamos, sin duda. Y casi seguro que mejor que la actual. Incluso me atrevo a decir que estaría cerquita de la AP de nuestros sueños…

Foto: Los tres monos sabios, por denysz.


Mayo, mes de docencia y ciencia


Eso es. Aunque no soy tutor acreditado, ni lo está el centro donde trabajo, ni soy oficialmente colaborador de la unidad docente, tengo en este mes de mayo mi primera residente. Una R1 (recién ahora pasada a R2), inquieta, a veces descarada. ¿Y porqué conmigo, si no cumplo los requisitos de la Comisión de la Especialidad? No, no es por aprovechar ahora que han cesado en sus funciones para hacer algo irregular (¿irregular, digo?). Es porque ella, y su tutora, Nieves, se han empeñao. Menudo premio, menuda responsabilidad. ¡A ver si estoy a la altura de tanto crédito!

Prometí darle caña, y no dejarla respirar. Por lo pronto para mañana, después de su primer día de rotación rural, ya tiene varias tareas-preguntas para casa que espero mañana resolvamos en el viaje de ida a Serradilla: porqué mejor prednisona que deflazacort para el tratamiento de las agudizaciones de la EPOC, y qué pauta, y porqué no es necesario las clásicas pautas descendentes de corticoides. Y porqué mejor amoxicilina que levofloxacino para las reagudizaciones sin criterios de gravedad.

En la hora de consulta administrativa, mientras yo me peleo con las recetas y los papeles, ella a la biblioteca, estudio intensivo de artículos sobre los objetivos que ella misma ha marcado (razonamiento clínica, toma de decisiones compartidas, cómo integrar las actividades preventivas en una consulta de medicina de familia y atención al anciano mayor inmovilizado), luego consulta, domicilios, urgencias, lo que el día nos de de sí.

Y luego, por las tardes, en los huecos entre juegos y juegos con los críos en el parque, por las noches, los fines de semana, cuando pueda, me toca ultimar, junto con mi pareja de baile Antoñito Villafaina, los detalles de un libro sobre polimedicación y salud, la planificación de un curso sobre el mismo tema para toda Extremadura, y por último, cerrar dos artículos originales de un trabajo de investigación que hemos acabado este año y el capítulo de un libro de los 30 años de la FADSP sobre ayer, hoy y mañana de los sistemas de información en nuestro país. Ahí es nada.

El blog, como podréis, debe esperar. O al menos, pasará a estar en segundo-tercero-cuarto plano. Primero, la vida, la ciencia y la docencia.

Buen mes de mayo (y también, puede, junio, julio…) a todos.


¿Informes clínicos en las farmacias?


Todos sabemos que los médicos de familia a veces tenemos que actuar como médicos de nuestra propia familia. A mi me tocó el miércoles santo, llamada por teléfono a las 8 de la tarde, que fulano estaba muy malo en el hospital.

Casualmente a mi llegada estaban ya dándole el alta. Le prescriben dos medicamentos, uno de ellos una benzodiacepina. No dan receta, ni monodosis. Apáñatela como puedas. «Bueno, no te preocupes, si quieres voy yo a la farmacia, como soy médico me la darán sin receta».

Mi sorpresa es mayúscula cuando al pedir los medicamentos en la farmacia me piden el informe, le hacen una copia y se quedan ellos con el original. Les hago llegar mi malestar: si quieren justificar la receta de benzodiacepina, lo cual es lógico, entendía dos alternativas posibles: 1) que se quedaran con una copia del informe en el que tapen los datos clínicos, quedándose con la filiación del paciente y el tratamiento prescrito; o 2) que me dejaran un papel en blanco y les hacía una receta firmada por mí, que para eso soy médico. Pero de quedarse el informe clínico, nada de nada.

Lo mismo estoy equivocado… ¿Qué pensáis?


Confesiones


Uno, como médico, se suele sentir bien cuando el paciente le cuenta cosas muy personales. No por el hecho de conocer la intimidad de la persona -no solemos tener ambiciones vouyeristas-, sino porque muchos de estos detalles son explicativos de conductas, procesos cognitivos y reacciones ante la adversidad.

Pero también porque denota confianza. De hecho, desde que comencé a trabajar en esta consulta, hace ya 7 meses, cuando empecé a sentirme cómodo es a partir del momento en que noté que la gente me contaba cosas que a nadie antes le habían confesado, lo cual es sinónimo de que me han aceptado.

Sin embargo, no deja de ser un tanto triste. Que me cuenten estas cosas a mí y no a otros miembros de su propia familia, con la que pasan todos los días, las amarguras y las alegrías… ¿Cómo de vacías deben estar, pues, sus vidas? ¿Porqué no nos enseñan nuestros padres a comunicarnos con las personas con las que tenemos afecto?

(Foto: Frank Dicksee: The Confession, por freeparking)