Califica, por si acaso, que algo queda
Publicado: 31 agosto 2010 Archivado en: Uncategorized | Tags: Educación Médica 7 comentariosEn educación médica hay dos formas de evaluar, básicamente. Una es la formativa, que lo que pretende es que el aprendiz/residente/estudiante mejore su desempeño profesional, a través de actividades como el aprendizaje de campo (convenientemente tutorizado y con un feedback docente adecuado), las autoauditorías, el análisis de videograbaciones de consultas reales, la observación estructurada de la práctica clínica por el tutor, los informes de autorreflexión, etc. La otra, la calificativa o sumativa, lo que busca es acreditar o dar fe pública de que el alumno o estudiante o residente tiene unas competencias acordes con el plan formativo que se trate (a través de un título certificado).
Los diversos programas docentes (hablo de la formación médica especializada) se han volcado sobre todo en la primera forma de evaluar. Hasta cierto punto es lógico, porque de lo que se trata es de mejorar la práctica profesional (aunque la evaluación sumativa también estimula per se el aprendizaje). Además, era una forma de diferenciarse de la universidad, empeñada en calificar, en emitir títulos que habiliten a los estudiantes a ser profesionales (entre otras cosas p0rque lo que se espera de ella y lo que la ley le exige es eso, y no tanto que enseñe). La evaluación calificativa, por tanto, siempre ha sido algo mucho menos prioritario en la formación especializada. Pero este descuido tiene sus consecuencias.
El que las unidades docentes (encargadas de la gestión del programa de formación sanitaria especializada en un centro asistencial concreto) estén acreditadas y deban cumplir una serie de requisitos hace que al final de la residencia un residente que haya superado la evaluación reciba su correspondiente título de especialista. Pero poco más. La calificación que haya obtenido el residente irá a parar, literalmente, al cubo de la basura. ¿Porqué? Porque da igual que haya sido un residente calificado como excelente: tendrá las mismas oportunidades de trabajo que uno que no lo haya sido porque no cuenta como mérito en los procesos de selección de personal. Así, el hecho de que no haya discriminación entre residentes excelentes y los que no lo son y no tener la evaluación ninguna repercusión en su futuro laboral, hace que los residentes, conscientes de este hecho, se dejen llevar por la ley del mínimo esfuerzo durante la residencia. Es, uno de los elementos desincentivadores y «quemadores» más potentes que probablemente haya actualmente.
Lógicamente, antes de que la evaluación sumativa recobre el espacio que se merece existen varios condicionantes. El primero, que las unidades docentes tuvieran la misma consideración que las facultades de medicina en cuanto a su capacidad de acreditación (con todo lo que ello conlleva, claro); el segundo, que utilicemos herramientas de medición objetivas, válidas, aceptables y fiables, para poder certificar que los futuros especialistas están en condiciones de trabajar. Y, por último, la calificación final sea un mérito a aportar de cara a futuros concursos y procesos selectivos (resulta paradójico que la nota de la residencia no cuente en las oposiciones como mérito y sí, por el contrario, la nota de asignaturas de la carrera como bioquímica o embriología. ¿Alguien me puede explicar porqué sucede ésto?).
El ser mucho más estrictos en la evaluación sumativa también tendría sus consecuencias: ya no (casi) todos los residentes acabarían con su título con sólo cubrir el expediente de cumplir con los cuatro cursos de turno y las rotaciones correspodientes, tendrían que demostrar mucho más (conocimientos, habilidades y actitudes). Por otro lado, no sólo a los residentes les tocaría trabajar más, sino a todos los demás (tutores evaluando en el día a día y colaborando más activamente en las evaluaciones periódicas del desempeño, coordinadores y técnicos con acreditación más exigente y con una gestión mucho más eficiente de las unidades docentes, etc).
Ahora bien. Muy inteligentemente un residente de otorrino de Sevilla, Emilienko, se pregunta en su blog:
Tu esfuerzo por puntuar más, ¿lo haces para mejorar los resultados colectivos (que sería lo deseable) o sólo tratas de competir contra los demás para demostrar tu valía sobre la de los otros?
¡Ay, chico, has dado en el clavo! Está claro que no hay soluciones únicas y que sirvan para todo tipo de situaciones ni de problemas. Lo que un enfoque nos da por un lado nos lo quita por el otro…
Yo, sin embargo, y a pesar de todo, creo que hay que calificar, por si acaso, que algo quedará.
Estimado Enrique:para «caldear» más la discusión que inicias, voy a orientar tu discurso hacia un punto: me parece que hay poca profesionalización acerca de lo que es la docencia en España. Empieza desde la Universidad. Se cuentan con los dedos de la mano las Unidades Pedagógicas de apoyo a la formación. Prima el voluntarismo, se desconocen los métodos de evaluación o no se imponen por falta de dinero o de voluntad política . Y ello es aplicable también al postgrado, que -curiosamente- supuso un gran avance en contraste con las antiguas «Escuelas «Universitarias de especialidades» dirigidas por cátedros, pero que hoy hace aguas (cambio de ciclo) y no se sostiene por sí solo. Y que conste que en Medicina de Familia hemos sido innovadores hasta ahora.
Y, al final, viene el tema de la revalidación de la competencia, un asunto del que no sé cómo vamos a salir con buen pie.
Eduardo,
Por lo que respecta a la formación sanitaria especializada, no sé si da como para la generalización que apuntas. Hay mucho que mejorar en cuanto a profesionalización en metodología y gestión docente respecto a los responsables de las unidades de formación sanitaria especializada (coordinadores y técnicos docentes), como también para los tutores, pero se ha avanzado mucho en los últimos años.
Al final casi siempre volvemos al mismo punto: si pides profesionalidad y profesionalización a un docente, acreditando y reacreditando, al mismo tiempo tienes que reconocer su valor incremental de una manera directa e indirecta e individualizada: incentivos económicos, facilitar el desarrollo de entornos docentes eficientes con una organización del trabajo y condiciones laborales adecuadas, etc. Pero la situación actual es de precariedad, escaso reconocimiento y mucha presión burocrática. Lo que ocasiona, por ejemplo, que en las unidades docentes de MFyC españolas la vida media del coordinador o del técnico sea cada vez más corta (lo cual a su vez empeora la profesionalización). Ayer hablaba con un amigo que me decía que en su unidad docente había cambiado 4 veces el coordinador en tan sólo 6 años…
Un abrazo
Bien, Enrique: no generalizo. Pero miro con envidia cómo trabajan en otros ámbitos y creo que el voluntarismo Ibérico acaba quemando . Y por el tema del MIR, valga un ejemplo: ¿Por qué hay rechazo a evaluar la competencia al final de la residencia?. ¿No será por falta de cultura de mejora de la calidad?. ¿Tan diferentes somos al resto de Europeos?.
Queda claro que las culpas son compartidas por todos (políticos, gerentes, docentes, discentes,…).
«miro con envidia…»
Y yo, Eduardo, sin duda. Fíjate que el término evaluación formativa lo evitamos siempre que podemos y lo sustituimos por «valoración formativa», que genera menos rechazo.
Hay muchas reticencias a la hora de evaluar nuestro desempeño profesional, estemos donde estemos, y a compararnos entre nosotros mismos y con los demás. Lo cual indica hasta qué punto nos importa y afecta la valoración que sobre nosotros se puede hacer desde fuera.
Saludos
[…] Enrique Gavilán nos regala una entrada para la polémica. ¿Qué tipo de evaluaciones hacemos a los residentes? ¿sirven para algo positivo o son […]
Estaría a favor de una evaluación calificativa si fuera lógica. Pero creo que no lo es.
No tiene lógica que un médico obtenga la calificación de excelente si trata mal a sus pacientes pero después ha escrito muchos artículos. Si prescribe sin criterios pero ha acudido a muchos cursos. Si no es prolijo en su trabajo pero tiene la tesis doctoral.
Las cosas que sería más lógico medir, resulta que son intangibles.
Emilio,
Puede que la forma en que trates a los pacientes sea algo intangible (que no se puede tocar ni tenga presencia corpórea), pero eso no significa que no se pueda medir (o que podamos aproximarnos a ese concepto teórico). La relación clínica se puede medir. ¡Dediqué 3 años de mi vida a ver 300 videos de entrevistas Médico-Paciente valorándola!
En algunos lugares hacen evaluaciones calificativas en las que incluyen instrumentos que valoran cómo tratas a los pacientes, qué resultados clínicos obtienes, qué perfil de prescripción tienes, qué indicadores de calidad presentas, etc. Se trata de demostrar cosas, resultados, y no sólo hacer cosas -evaluar el proceso- (escribir artículos, por ejemplo). En España, Cataluña y algunas unidades docentes son líderes en ésto. Pero ésto no llega a la mayoría de las unidades docentes, ni a todas las especialidades, claro.
Resulta muy interesante que te intereses por este tipo de cosas… Excelente, Emilio.
Un abrazo,